Eso era la vida
Sergio Gustavo
Andrade Sánchez
A partir de los seis años a Horacio
Fernández López su mamá le dijo que tenía que poner mucha atención a la hora de
cruzar cualquier calle; sobre todo las que tuvieran más tráfico.
Con las tranquilas, como las de su
colonia, bastaba con volver la vista tanto al lado izquierdo como al derecho,
para verificar que no pasara ningún carro.
Con las de tránsito pesado y grandes
avenidas, las instrucciones eran muy específicas:
“Sólo cruzas en las esquinas donde está
el semáforo y te espera a que el hombre cambie de rojo a verde”
Con el paso del tiempo cuando Horacio
empezó a salir solo a la calle; cruzaba las cuadras de las colonias populares,
sin ningún problema, pero con las transitadas se llevó varios sustos.
Intrigada por eso su mamá le preguntó:
-¿Te cruzas por las esquinas?
-Sí
Preocupada
por ignorar la razón de los “casi” atropellamientos de su hijo, volvió a
cuestionar:
-¿Entonces?
Como
Horacio Fernández López también desconocía la respuesta, contestó con un
sincero:
-No
sé
De esta manera seguía la vida y
continuaba salvándose de milagro de ser atropellado por un automóvil, con todas
las consecuencias que el accidente pudiera tener.
Su mamá le empezó a atribuir ese problema a tres factores:
El Destino, la mala suerte o los cafres
que manejan “a lo largo y ancho” de
la Ciudad de México
Como no lo podía acompañar a todos
lados, su único recurso era darle la bendición, para que regresara todos los días:
“Con bien a casa”
El sábado 25 de enero del 2020, sucedió
lo que tenía que pasar y que inexplicablemente, durante sus 20 años de vida, no
había ocurrido hasta el día de hoy:
Un automóvil lo atropelló matándolo de
inmediato. La culpa fue de él porque se cruzó de forma intempestiva un semáforo;
cuando:
“El hombre estaba en rojo”
Fue hasta que le hicieron la autopsia
que por fin se pudo resolver el misterio que lo persiguió en vida; llevándolo a
la muerte:
Horacio Fernández López:
Era daltónico.
Sala de la Casa de Dacne
22:00
– 23:00 p.m.
25/I/2020
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