Para Amalia
Fernández
En donde quiera
que se encuentre
La casada es mi
mujer
Enrique
Guzmán
Existen
muchos matrimonios que siguen juntos y no se divorcian a pesar de no llevarse
bien y apenas hablarse. Esta situación sucede por varias razones entre las que
se encuentran:
Conveniencia social o económica; miedo
a la soledad, la edad avanzada de ambos…
y
un largo etcétera
A
las 10 de la mañana se oyó un toquido en la puerta de la recámara:
-Señora Amalia, dice el señor Alberto
que si no va a bajar a desayunar
Con
trabajo abrió los ojos y alcanzó a decir:
-¡Al diablo con el señor!
Todos
los días eran los mismos para Amalia Fernández Rodríguez. Se despertaba de mal
humor causado por los tranquilizantes que se tomaba para dormir y como le
molestaba mucho el calor que hacía en las noches; lo único que se ponía para
dormir; eran dos gotas de perfume.
Se
levantó, se bañó e hizo el tiempo suficiente para no encontrarse con Alberto. El matrimonio
Manríquez-Fernández, solamente lo era de nombre. No habían querido divorciarse
porque eso iba en contra de la carrera de Alberto Manríquez Blanquet: Presidente
de la Suprema Corte de Justicia y de ella, una de las damas más importantes de
la Sociedad Mexicana.
A
sus 32 años Amalia se veía mucho más joven. Su figura esbelta; su pelo
ensortijado, sus pecas y el dinamismo con el que actuaba la hacían verse de 25.
Por tal motivo la conocían como: “La niña bonita de la sociedad”
Alberto le dijo:
-Acuérdate que mañana vamos a ir a la
recepción que nos da la Embajada de
Francia
Con su ironía y sarcasmo acostumbrados
le preguntó:
¿Qué
disfraz quieres que me ponga? ¿El de dama distinguida? ¿El de feliz esposa? ¿El
de la señora del excelente Ministro mexicano?
-Por favor déjate de ironías. Lo único
que quiero es que la gente nos vea
juntos
-Perdona
por momentos se me olvida que estoy casada con el serio aspirante a la
Presidencia de la República:
Alberto Manríquez Blanquet
Para no empezar otra eterna discusión.
Amalia salió a dar un paseo por el jardín de su casa: Era su lugar favorito,
porque desde que la compraron, ella se hizo de su “Cachito de cielo”.
Aunque
tenían jardinero ella cuidaba unos cinco metros cuadrados que tenía su nombre
hecho con: Rosas, gladiolas, claveles, orquídeas y mientras empezaba a
arreglarlo pensó en voz alta:
“Claro
no le conviene al señor llegar sin su esposa ¿Qué dirían y pensarían de él?”
Acabó de ponerles agua. Después limpió
con cuidado cada flor de todas las letras que conformaban su nombre y se metió
de nuevo en el interior de su casa.
En la noche antes de dormirse, leyó
unas páginas de su novela favorita “Doña flor y sus dos maridos” del escritor
brasileño Jorge Amado; tomó sus pastillas para dormir y antes de meterse a la
cama, se puso sus dos gotas de perfume.
A las 10 de la noche del día siguiente:
sábado 29 de marzo salieron rumbo a la embajada francesa. Antes de llegar
Amalia le indicó:
-Sólo un favor Alberto, estemos juntos
lo menos posible
Llegaron
al inmueble y se separaron de inmediato. Amalia se fue con las “Damas de
sociedad” y Alberto con los políticos. Habían pasado la reunión como lo tenían
planeado: Sin hablarse.
Hasta que el Embajador de Francia pidió
la palabra:
“Esta reunión fue hecha por dos
razones. La primera para unir aún más a la comunidad francesa con el siempre
hospitalario pueblo mexicano y para festejar al matrimonio perfecto y modelo de
la política nacional:
Amalia y Alberto”
Albero Manríquez Blanquet agradeció los
elogios:
“No
merecemos este honor: Simplemente Amalia y yo formamos una pareja amorosa,
comprensiva y moderna, pero distamos muchos de ser la pareja perfecta”
Las mujeres animaron a la esposa del
Presidente de la Suprema Corte de Justicia para que hablara. Cuando todos los
presentes guardaron silencio y centraron su atención en ella:
Amalia Fernández Rodríguez
Exclamó:
“¡Al diablo con el señor!”
McDonald´s San
Juan de Aragón
17:00 - 18:00 p.m.
29/III/2019
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