Reloj no
marques las horas
porque voy a
enloquecer
Oído en “La
Castañeda”
Ramiro
Gamboa Rodríguez era un asiduo visitante del llamado “Primer Cuadro” de la
Ciudad de México. Desde que tenía cinco años acompañaba a su papá a esas calles
donde estaba la joyería que él trabajaba.
Cada
vez que podía, el señor Gamboa le decía:
“Huele
y siente los aromas del Zócalo, porque en ellos encontrarás la esencia de
nuestro país”
Como todo niño, Ramiro tomaba los
consejos de su papá como si fuera “La Ley de Dios” y no sólo agudizaba el
olfato y el tacto, también ponía sus oídos muy finos cuando sonaban las
campanas de Catedral.
Cuando
daban las cinco de la tarde en punto; Don Maximiliano Gamboa indicaba:
“Apréndete ese sonido de memoria,
indican las cinco de la tarde”
Durante los siguientes 10 años siguieron
la misma rutina, de su casa a la joyería y siempre con las mismas
recomendaciones paternas, las cuales escuchaba con mucha devoción.
Más tarde como sucede con todos los
adolescentes; que se convierten en adultos aunque con dificultad, Ramiro se
separó de su padre y trato de hacer una vida independiente.
Por
supuesto no podía dejar de regresar al “Centro Histórico”, porque los recuerdos
le pesaban mucho y ahí estaban los mejores momentos de su infancia y todos los
recuerdos familiares.
Así,
no era raro verlo a los 50 años por las calles de Madero, siempre caminando en
la “Plaza de la Constitución”, poniéndose enfrente del asta bandera, para
admirar a su manera, la grandeza que encerraba.
Se
sentaba junto a la Bandera Nacional y ponía en “juego” lo sentidos de los que
disponía; para disfrutar de una tarde acogedora en la cual no necesitaba la
compañía de nadie.
Un
domingo de tantos la nostalgia se apoderó de él, más que nunca en los últimos
10 años e irremediablemente se dirigió al Centro, para tratar de “Espantar a
sus fantasmas”
Era
un “Hombre hecho y derecho” de medio siglo de vida que a pesar de las
adversidades, había podido salir adelante por si solo sin ayuda de nadie,
porque sus padres ya habían muerto.
Ahí
estaba como desde hace 45 años, en un lugar que se sabía de memoria, cada
centímetro de sus rincones, por eso podía andarlos sin ningún problema.
Cuando
estaba en el momento de mayor reflexión, sonaron las cinco de la tarde en
Catedral, saboreo cada una de las campanadas; sonrió y se imaginó que era el
reloj más bonito del mundo:
Ramiro
Gamboa Rodríguez:
Era
ciego.
Toks
La Plaza Oriente
17:00
–
18:00 p.m.
8/I/2016
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