Este blog fue creado pensando en Dacne y está dedicado a Wendy González Salinas

domingo, 20 de marzo de 2016

EL CIEGO (CUENTO) Por Carlos Bernal Romero

Un peso para este pobre ciego
-Oiga usted está tuerto
-50 centavos
Oído en el Metro

Uno de los negocios más lucrativos en la Ciudad de México es sin duda el de la limosna; porque los que lo llevan a cabo tienen una ganancia mínima de 200 pesos diarios.

Así los vemos en todos lados y pidiendo casi para cualquier cosa o cualquier pretexto. De esta manera hay tantos limosneros como formas de pedir limosna.

Todos los días al pasar par La Catedral lo veía a las afueras de la puerta principal; siempre me detenía para darle una limosna. Este alto en mi camino era tranquilizante antes de llegar a mi trabajo.

Era un hombre de mediana edad; piel morena; barba semi crecida de más de una de una semana; delgado y con pelo largo;  sombrero  descolorido; lentes negros y ropa derruida; junto a él estaba un perro con  un letrero que decía: “Ciego”.

Cuando salía también me regresaba por ahí,  para poder verlo de nuevo y platicar  un  rato con él. De alguna manera el “Ciego de Catedral” ya era parte de mi vida.

Al subirme al Metro para regresarme a mi casa: en todo el trayecto prensaba en lo que triste que era la vida de un invidente. Para mí la ceguera es la peor de las enfermedades, porque uno queda uno imposibilitado para ver  lo bello  de la vida. Simplemente al quedar en tinieblas: era como regresar  al  seno  materno.

Llegaba a mi casa y trataba de abrir con llave la puerta. Siempre lo hacía con los ojos cerrados para saber que sentía un  invidente. A veces lo lograba y se metía y otras no y entraba como gente normal.

Poco a poco me fui interesando por aprender todo acerca de los ciegos;  lo hice por dos razones principalmente: Tratar de ayudar y entender a los que tenían esta enfermedad y la segunda para salir de la rutina. 

Primero leí acerca de los ciegos famosos, después empecé a aprender el  sistema Braile. Pasaron tres meses dedicarle mi tiempo libre a esa actividad e intenté ayudar al invidente de Catedral.

De  nuevo pasé por ahí:

-Una limosnita para este pobre cieguito

-Tenga buen hombre

-Que Dios se lo pague

Me iba a retirar cuando pensé es ahora o nunca

-Oiga ¿Por qué no intenta trabajar? Hay muchos empleos para invidentes y puede vivir dignamente.

-Gracias, así vivo bien.

-Pero…

-Por favor retírese, asusta a la gente

Me retiré sin entender la actitud de este hombre. ¿Por qué prefería pedir limosna y no trabajar dignamente? Ese día como era sábado, para quedarme y poder ver a qué hora se iba y en dónde vivía.

Cuando empezó a oscurecer, el ciego se levantó del lugar que ocupaba;  tomó la correa del perro y empezó a caminar. Grande fue mi sorpresa al observar que se detuvo en un puesto de periódicos, para leer los encabezados de los mismos,

Enojado lo intercepté y le dije:

-Oiga esto es una burla ¿No que usted estaba ciego?

Me miró de pies a cabeza y en tono muy serio me dijo:

-El ciego es mi perro.

Sala de mi casa       
22:00  -  23:00 p.m.
19/III/2016

1 comentario:

Unknown dijo...

jajajaaja buen punto caballero pero a veces si nos gana el corazón...