¡No que no, cabrones!
Epitafio de un
hipocondriaco
De unos días a
la fecha Ernesto Cardenal se había sentido bien en todos los aspectos y como pocas
ocasiones en la vida las cosas le salían a la perfección.
Logró algo que sin buscarlo, anhelaba tenerlo:
El respeto,
admiración, simpatía y cariño
de mucha gente
de la comunidad donde habitaba.
No de todos,
porque eso no lo pudo loar ni Pedro Infante y parafraseando a Cuco Sánchez,
Ernesto Cardenal, también decía:
“No soy monedita
de oro”
Si se pudiera
encerrar en una frase el estado general de su vida en ese momento, la indicada
sería el título de una película italiana, dirigida por Etore Scola:
“La nave va”
Lo que más
disfrutaba Cardenal era que al salir de su casa, la gente con la que se topara,
lo saludara y lo dijera:
“Adiós Ernesto
que te vaya bien”
Siempre había
pensado que después de la familia y los amigos, era importante que los vecinos
o conocidos del lugar, sino afectuósamente, si lo saludaran al verlo pasar.
Pero desde que
tenía memoria, le habían dado un consejo digno de una película de terror:
“Todo estará
bien, mientras no salgas de aquí”
Hoy con 30 años
recién cumplidos, pensaba que más que un consejo, se trataba de una de las
llamadas “Leyendas urbanas”; sobre todo para espantar a los niños y no se
apartarán de ahí, para visitar otros barrios que podrían ser peligrosos.
Ahora se sentía
lo suficientemente maduro para realizar el “Viaje prohibido” de su niñez:
Cruzar los límites de su comunidad y conocer otros sitios. Cuando su mejor
amigo lo reconvino:
“No te vayas, te
gustará mucho lo que encontrarás”
A pesar de esta
última advertencia; Ernesto con mochila al hombro, el domino 2 de noviembre del
2014, salía por primera vez en su vida de su “Tierra chica” (Como le gustaba
decir)
Al llegar a la
Ciudad de México; se maravilló con lo que observó y se dio cuenta que todo lo
que le habían contado y él leído, se quedaba corto, con la majestuosidad de
cada uno de sus rincones.
Una semana
después se le había terminado la comida y también había tenido que dormir en
la Central Camionera del Norte; porque
además de que nadie lo saludaba y mucho menos devolvían la sonrisa cuando se
metía a un restaurante u hotel.
Parecía que su
dinero no valía o en el peor de los casos como si él fuera invisible a la vista
de la gente que estaba a su alrededor, que
pasaba al lado suyo ignorándolo por completo.
15 días después:
Derrotado, hambriento y cansado por dormir en lugares muy incómodos, en el
camión de regreso, el principal problema de:
Ernesto Cardenal
era:
Que no se había
cuenta que estaba muerto.
Sala de mi casa
20:00
- 21:00
p.m.
14/III/2015
2 comentarios:
Caballero muy buen cuento para ejemplificar que el desobedecer implican consecuencias pero vaya consecuencia de nuestro protagonista morir y no darse cuenta caray que fuerte.... pero bueno es impactante, la ciudad de México es majestuosa pero la gente te pasa a tu alrededor sin verte va de prisa a su paso, quien si voltea a verte es quien va a robarte y ni quien se meta a salvarte, ni que decir el metro en horas pico jajaja uy yo que ya muero por ir de nuevo....
qué fuerte!! Me impactó... espero nunca me pase eso, porque también hay muertos en vida... y no son zombies..
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