Un peso para este pobre ciego
-Oiga usted está tuerto
-50 centavos
Oído en el Metro
Uno de los
negocios más lucrativos en la Ciudad de México es sin duda el de la limosna;
porque los que lo llevan a cabo tienen una ganancia mínima de 200 pesos
diarios.
Así los vemos en
todos lados y pidiendo casi para cualquier cosa o cualquier pretexto. De esta
manera hay tantos limosneros como formas de pedir limosna.
Todos los días
al pasar par La Catedral lo veía a las afueras de la puerta principal; siempre me
detenía para darle una limosna. Este alto en mi camino era tranquilizante antes
de llegar a mi trabajo.
Era un hombre de
mediana edad; piel morena; barba semi crecida de más de una de una semana;
delgado y con pelo largo; sombrero descolorido; lentes negros y ropa derruida;
junto a él estaba un perro con un
letrero que decía: “Ciego”.
Cuando salía
también me regresaba por ahí, para poder
verlo de nuevo y platicar un rato con él.
De alguna manera el “Ciego de Catedral” ya era parte de mi vida.
Al subirme al
Metro para regresarme a mi casa: en todo el trayecto prensaba en lo que triste
que era la vida de un invidente. Para mí la ceguera es la peor de las
enfermedades, porque uno queda uno imposibilitado para ver lo bello
de la vida. Simplemente al quedar en tinieblas: era como regresar al seno materno.
Llegaba a mi
casa y trataba de abrir con llave la puerta. Siempre lo hacía con los ojos
cerrados para saber que sentía un
invidente. A veces lo lograba y se metía y otras no y entraba como gente
normal.
Poco a poco me fui interesando por
aprender todo acerca de los ciegos; lo
hice por dos razones principalmente: Tratar de ayudar y entender a los que
tenían esta enfermedad y la segunda para salir de la rutina.
Primero leí
acerca de los ciegos famosos, después empecé a aprender el sistema Braile. Pasaron tres meses dedicarle
mi tiempo libre a esa actividad e intenté ayudar al invidente de Catedral.
De nuevo pasé por ahí:
-Una limosnita
para este pobre cieguito
-Tenga buen
hombre
-Que Dios se lo pague
Me iba a retirar cuando pensé es ahora o nunca
-Oiga ¿Por qué
no intenta trabajar? Hay muchos empleos para invidentes y puede vivir
dignamente.
-Gracias, así
vivo bien.
-Pero…
-Por favor
retírese, asusta a la gente
Me retiré sin
entender la actitud de este hombre. ¿Por qué prefería pedir limosna y no
trabajar dignamente? Ese día como era sábado, para quedarme y poder ver a qué
hora se iba y en dónde vivía.
Cuando empezó a
oscurecer, el ciego se levantó del lugar que ocupaba; tomó la correa del perro y empezó a caminar.
Grande fue mi sorpresa al observar que se detuvo en un puesto de periódicos,
para leer los encabezados de los mismos,
Enojado lo intercepté y le dije:
-Oiga esto es
una burla ¿No que usted estaba ciego?
Me miró de pies a cabeza y en tono muy serio me
dijo:
-El ciego es mi
perro.
Sala de mi casa
22:00 - 23:00
p.m.
19/III/2016