Eso era la vida
Sergio
Gustavo Andrade
Sánchez
A partir de los
seis años a Horacio Fernández López su mamá le dijo que tenía que poner mucha
atención a la hora de cruzar cualquier calle; sobre todo las que tuvieran más
tráfico.
Con las
tranquilas, como las de su colonia, bastaba con volver la vista tanto al lado
izquierdo como al derecho, para verificar que no pasara ningún carro.
Con las de
tránsito pesado y grandes avenidas, las instrucciones eran muy específicas:
“Sólo cruzas en las esquinas donde está
el semáforo y te espera a que el hombre cambie de rojo a verde”
Con el paso del
tiempo cuando Horacio empezó a salir solo a la calle; cruzaba las cuadras de
las colonias populares, sin ningún problema, pero con las transitadas se llevó
varios sustos.
Intrigada por eso su mamá le preguntó:
-¿Te cruzas por
las esquinas?
-Sí
Preocupada por
ignorar la razón de los “casi” atropellamientos de su hijo, volvió a
cuestionar:
-¿Entonces?
Como Horacio
Fernández López también desconocía la respuesta, contestó con un sincero:
-No sé
De esta manera
seguía la vida y continuaba salvándose de milagro de ser atropellado por un
automóvil, con todas las consecuencias que el accidente pudiera tener.
Su mamá le empezó a atribuir ese problema a tres factores:
El Destino, la
mala suerte o los cafres
que manejan “a
lo largo y ancho” de la Ciudad de México
Como no lo podía
acompañar a todos lados, su único recurso era darle la bendición, para que regresara todos los días:
“Con bien a
casa”
El sábado 3 de
enero del 2014, sucedió lo que tenía que pasar y que inexplicablemente, durante
sus 20 años de vida, no había ocurrido hasta el día de hoy:
Un automóvil lo
atropelló matándolo de inmediato. La culpa fue de él porque se cruzó de forma
intempestiva un semáforo; cuando:
“El hombre
estaba en rojo”
Fue hasta que le
hicieron la autopsia que por fin se pudo resolver el misterio que lo persiguió
en vida; llevándolo a la muerte:
Horacio
Fernández López:
Era daltónico.
El
Portón Plaza Eduardo Molina
15:00 - 16:00
p.m.
3/I/2015